Represión y conspiraciones
Algunos observadores internacionales tuvieron la sensación de que el ejército colonial reaccionó con indiferencia a la noticia de la proclamación de la República, el 14 de abril de 1931. Un oficial del ejército británico de visita oficial a Marruecos informó de que el paso al sistema republicano "se llevó a cabo con tal discreción, que los oficiales que se dedicaban a dar cabezadas en la oficina ni se inmutaron". [1] Por el contrario, los servicios franceses de inteligencia se mostraron menos optimistas, porque estaban mejor informados sobre la opinión de los militares coloniales españoles. Poco después de la instauración de la República informaron sobre una revuelta ocurrida entre los legionarios, que "habían sido entrenados para ser ferozmente monárquicos y encarnar [la monarquía]". [2] Según otra fuente consultada, hubo también manifestaciones monárquicas en Melilla. El coronel Osvaldo Capaz Montes, ferviente monárquico, fue detenido como consecuencia de las protestas, pero al poco fue puesto en libertad, cuando pareció demostrarse que en realidad había tratado de ordenar a los manifestantes que regresaran a los cuarteles. En las guarniciones de la Legión en Dar Riffien, Xauen y Larache hubo también protestas antirrepublicanas de menor escala. [3] Estos reductos de protesta presagiaban malos augurios para la República.
El general Sanjurjo, considerado por el nuevo Gobierno como amigo de la República porque se había negado a movilizar a la Guardia Civil para defender al Rey, fue enviado por un breve espacio de tiempo a Marruecos para restaurar el orden. Como nuevo Alto Comisario y comandante en jefe del Ejército de África, pronunció un discurso cargado de intenciones ante sus compañeros africanistas, en el que equiparaba el deber patriótico con la disciplina y la lealtad al nuevo Gobierno. [4] De todos modos, a pesar del murmullo de descontento que se percibía en el Ejército de África, el nuevo Gobierno pareció estar más preocupado por otros problemas. En efecto, le preocupaba la creciente agitación obrera entre los trabajadores españoles de Marruecos y la inquietud de los nacionalistas marroquíes, que estaban promoviendo manifestaciones con la esperanza de inducir a la República a abandonar el Protectorado.
Sin embargo, no hay documentos disponibles que demuestren que en esos momentos los oficiales africanistas tuvieran la intención de sabotear la República. Sólo unos pocos estaban próximos a la derecha intransigente de España. El nuevo Gobierno no dio señales de pretender cambiar radicalmente la política colonial. En realidad, el movimiento republicano tenía a sus espaldas una sólida tradición colonialista que databa de principios del siglo xix. "La doctrina tradicional republicana es africanista", declaró con satisfacción un periódico próximo a la opinión de los oficiales africanistas. [5] En cualquier caso, la mayoría de oficiales coloniales estaba a la defensiva. Habiéndose identificado antes con el Rey, el Dictador y Berenguer, sin duda se sentían implicados en el fracaso de los tres. Por el contrario, sus rivales más enconados dentro del Ejército, los junteros, pensaban que ellos eran los beneficiarios del nuevo régimen.
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El general Sanjurjo, considerado por el nuevo Gobierno como amigo de la República porque se había negado a movilizar a la Guardia Civil para defender al Rey, fue enviado por un breve espacio de tiempo a Marruecos para restaurar el orden. Como nuevo Alto Comisario y comandante en jefe del Ejército de África, pronunció un discurso cargado de intenciones ante sus compañeros africanistas, en el que equiparaba el deber patriótico con la disciplina y la lealtad al nuevo Gobierno. [4] De todos modos, a pesar del murmullo de descontento que se percibía en el Ejército de África, el nuevo Gobierno pareció estar más preocupado por otros problemas. En efecto, le preocupaba la creciente agitación obrera entre los trabajadores españoles de Marruecos y la inquietud de los nacionalistas marroquíes, que estaban promoviendo manifestaciones con la esperanza de inducir a la República a abandonar el Protectorado.
Sin embargo, no hay documentos disponibles que demuestren que en esos momentos los oficiales africanistas tuvieran la intención de sabotear la República. Sólo unos pocos estaban próximos a la derecha intransigente de España. El nuevo Gobierno no dio señales de pretender cambiar radicalmente la política colonial. En realidad, el movimiento republicano tenía a sus espaldas una sólida tradición colonialista que databa de principios del siglo xix. "La doctrina tradicional republicana es africanista", declaró con satisfacción un periódico próximo a la opinión de los oficiales africanistas. [5] En cualquier caso, la mayoría de oficiales coloniales estaba a la defensiva. Habiéndose identificado antes con el Rey, el Dictador y Berenguer, sin duda se sentían implicados en el fracaso de los tres. Por el contrario, sus rivales más enconados dentro del Ejército, los junteros, pensaban que ellos eran los beneficiarios del nuevo régimen.
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- Capitán F. H. Mellor, Morocco Awakes, Londres, 1939, p. 99.
- SHAT 3H 139, 8 de mayo de 1931.
- El Telegrama del Rif, 15 y 18 de abril de 1931; Joaquín Arrarás, Historia de la Segunda República española, Madrid, Editora Nacional, 1956-1968, vol. 1, pp. 62-63.
- Ibid., 26 de abril de 1931; Ejercito y Armada, 27 de abril de 1931.
- Santos Fernández, "La República y Marruecos", El Tekgrama del Rif, 14 de abril de 1993. Siendo Franco editor de Revista de Tropas Coloniales, rebautizada a la sazón como África, la publicación pareció aceptar la posibilidad de la independencia final de Marruecos: A. M. de Escalera, "Ceuta, Melilla y el abandono", julio de 1931, pp. 137-141.